A más de 1000 metros de altura, encajonado
en el fondo del valle del Aragón, duerme un gigante. Y así lleva ya 46 años, aunque no de apacible
sueño. El paso del tiempo siempre hace mella y la degradación ha sido
inevitable para el gigante. Una mole de 241 metros de largo, un ancho de 12
metros y… 150 puertas y tantas ventanas como días tiene el año. Nuestro gigante
es la Estación Internacional de Canfranc, el complejo ferroviario español más
importante del primer tercio del siglo XX.
Fachada de la Estación Internacional de Canfranc. Fuente: Heraldo de Aragón |
Las obras de construcción comenzaron en
1921 y no finalizaron hasta 1928, cuando fue inaugurada por el rey Alfonso
XIII, el general Miguel Primo de Rivera y el presidente de la República
Francesa, Gaston Doumergue. Éste recóndito paraje pasó a ser entonces un
enclave estratégico en las relaciones de España para con el resto de Europa, y
un engranaje esencial de la economía aragonesa.
Tanto la construcción de la Estación
como la del Túnel Internacional supusieron un alarde de ingeniería, ya que
previamente había que adecuar la explanada de Los Arañones y protegerla de torrentes y aludes. Pero el valor patrimonial del
complejo va más allá de la mera edificación. En la II Guerra Mundial el andén
francés de la Estación fue el único territorio ocupado por los nazis en la
Península. Y, por tanto, la esvástica ondeó en Canfranc. La coyuntura, sin
embargo, supuso la “Edad de Oro” para el pueblo. El tráfico ferroviario pasó a
ser constante, aunque no precisamente de ayuda humanitaria. Canfranc se
convirtió en el lugar de intercambio de metales estratégicos (hierro,
wolframio) por el oro expoliado por los nazis (86 toneladas certificadas pasaron
por Canfranc entre 1942 y 1943).
Además, la Estación supuso la vía de
escape de muchos refugiados, tanto de judíos como de soldados aliados que
buscaban volver al frente, dando lugar a escenas y circunstancias propias de película.
En palabras del periodista Ramón J. Campo, “Canfranc es nuestro Casablanca”. Nuestro
gigante fue, por tanto, testigo de las más loables heroicidades y de la más
profunda degradación humana.
En 1970, un convoy de mercancías dirección
Francia-Canfranc descarriló en el puente de L’Estanguet, destrozando por
completo la infraestructura. La vía nunca se reparó, quedando la comunicación ferroviaria
Canfranc-Pau paralizada hasta la fecha. La lucha por la reapertura ha sido
constante por la población implicada de los dos países desde el principio. Tan sólo
5 años después de su interrupción ya se llevó a cabo la primera manifestación.
Según el Tratado Internacional de 1904,
la SNCF está obligada a restituir la comunicación. Incluso el estudio de
reapertura está aprobado tanto por el gobierno español como francés, aunque sigue
sin solucionarse.
Mientras tanto, la Estación dormita. Bien
poco, o casi nada, queda ya del deslumbrante vestíbulo de mármol que vio pasar a refugiados,
espías y nazis. Pero poco a poco el gigante despierta.
Afortunadamente, el inmueble fue
comprado en 2013 por el Gobierno de Aragón a través de la sociedad Suelo y
Vivienda de Aragón, y se está intentando recuperar su esplendor con la
colaboración de la Escuela Superior de Conservación y Restauración de Bienes
Culturales de Aragón, dependiente del Departamento de Educación. Poco a poco se
van cumplimentando fases del proyecto de recuperación que, esperemos, sirvan
para una reapertura definitiva.
El Ayuntamiento de Canfranc siempre ha
luchado por la reapertura y, recientemente, están sabiendo aprovechar la
gestión de recursos culturales para la explotación del entorno. Concretamente,
desde el 2014, el Ayuntamiento oferta la posibilidad de disfrutar de visitas
guiadas. Un éxito que se demuestra en los más de 50.000 visitantes del primer
año y medio. También desde el año 2014 se puede disfrutar cada 18 de julio de
la recreación de la inauguración de la estación en 1928, con objeto lúdico y
reivindicativo.
Así mismo, recientemente hemos asistido
a una pequeña eclosión de cortometrajes, documentales y novelas que defienden
el papel extraordinario de este enclave pirenaico en un momento tan convulso
como la II Guerra mundial.
Vestíbulo de la Estación Internacional tras la finalización de la primera fase de recuperación y acondicionado para las visitas. Fuente: Excmo. Ayuntamiento de Canfranc. |
El pasado 4 de mayo se presentó un nuevo
proyecto para
recuperar todo el complejo ferroviario de Canfranc en un plazo
de tres años y medio basado en la rehabilitación de las estructuras e
instalaciones sin construir nada nuevo. Se destinarían 6 hectáreas completas al
uso ferroviario, combinándolo con espacios de vivienda, pero, parece, que
respetando el edificio y teniendo siempre en mente su conservación. A lo largo
del tiempo se han barajado diferentes opciones para aprovechar el espacio,
desde museo a hotel de lujo, pero lo cierto es que el edifico fue creado por y
para una función y está condicionado por el entorno. Este hecho solo plantea una
vía: la Estación ha de seguir siendo Estación, pero esto no quiere decir que su
uso sea excluyente. O, por lo menos, esta es mi opinión.
Se
trata, pues, de una propuesta interesante que han apoyado el director general
de Urbanismo, Carmelo Bosque, y el alcalde de Canfranc, Fernando Sánchez. Pero aún
hay que aprobarla. Como en tantas otras cosas, no queda otra que esperar. Pero bravo
por los avances en conservación y la presión del Ayuntamiento de Canfranc. La situación
de la estación no hace tantos años era paupérrima, y era intolerable que el
verdadero monumento a los héroes que pasaron por ese magnífico vestíbulo sufriera
tal abandono.
Enlaces y recursos de interés:
CAMPO, Ramón, Canfranc, El oro y los nazis.
Tres siglos de historia, Zaragoza, Mira Editores, 2014.
CAMPO, Ramón, La estación espía, Zaragoza, Península, 2006.